Saltar al contenido

El llamado a dejar las formas establecidas y encontrar las mías

Reflexionando desde el corazón sobre el Día del Trabajo

Cata Heincke sonriendo con las manos sobre el corazón, en un entorno natural, reflejando autenticidad y gratitud en su camino espiritual.

Hoy no quiero hablarte de productividad, ni de esfuerzo, ni de logros. Quiero hablarte de lo que ocurre cuando las formas antiguas se rompen. Cuando lo que pensábamos que nos sostenía ya no lo hace. Cuando el camino “correcto” deja de tener sentido y empieza a arder la llama de algo nuevo que aún no entendemos, pero que nos llama.

Hace aproximadamente dos años, atravesé un momento decisivo. Llevaba casi un año de haberme divorciado cuando el padre de mis hijos, en medio de una crisis profunda, me dijo que no enviaría más dinero. De un momento a otro, debía cubrir gastos que no estaban previstos, después de años dedicada al hogar, a mis hijos y a un camino de vida profundamente íntimo y espiritual.

Sentí pánico. Pensé que había quedado atrás profesionalmente, que tenía más de 40 años y que ni siquiera podría competir con alguien recién egresado. Todo en mí me gritaba que debía volver a lo que conocía: mi carrera, mi profesión anterior. Y entonces, como por ironía divina, aparecieron ofertas laborales en ese mismo ámbito.

Pero mi voz interna, suave y firme, me dijo: “No hemos recorrido este camino para terminar así.” Había educado a mis hijos en casa, atravesado procesos personales profundos, me había vaciado, reconstituido, transformado… ¿y todo para volver a una estructura que ya no era hogar? ¿A una versión mía de hace veinte años?

Con miedo, pero con total honestidad, rechacé las ofertas. Abrí mi energía a nuevas posibilidades. Y el universo respondió. Llegó un trabajo alineado con mi recorrido como madre, con el ingreso justo para sostenernos y con las condiciones que me permitían seguir presente. Allí, casi sin buscarlo, llegó a mí el Diseño Humano.

Mi compañero hablaba del tema todo el tiempo. Como debía trabajar en inglés y hacía años no lo practicaba, decidí retomarlo usando Diseño Humano como material de estudio. Nada lo hago de forma convencional. Pronto estaba más interesada en los diseños que en las estructuras del trabajo.

Ese trabajo duró lo que duró mi aprendizaje. No prosperó el proyecto, no llegó la inversión, y pronto me di cuenta de que, aunque hablar a madres era valioso, mi llamado verdadero no era solo la maternidad. Era el despertar espiritual. El trabajo no continuó, pero las sesiones de Diseño Humano comenzaron a florecer. Sin darme cuenta, había abierto una puerta.

Seguí por esa senda: dando sesiones, cuidando a mis hijos, y sobre todo, sanando. Las heridas del duelo de mi padre, del divorcio, de sentirme sola y responsable de todo.

En marzo de 2024, un nuevo desafío: perdí mi página web. Mi casa virtual. Podía pelear por recuperarla o aceptar que algo más me estaba siendo mostrado. Lo supe enseguida. Ya lo había sentido en Argentina en 2022, en ceremonias y rituales sembrados en la tierra: Caminos en Espiral estaba por nacer. Y con él, un nuevo capítulo.

Durante este último año, intenté construir mi proyecto desde lo que sabía: ingeniería, marketing, estrategias, emprendimiento. Pero una y otra vez me estrellaba con lo mismo: frustración, desgaste, la energía que no se sostenía, las ventas que no llegaban como se esperaba. Y lo peor: esa tristeza infinita, ese dolor sordo de sentirme insuficiente. De no poder dar la estabilidad económica que deseaba para mis hijos. De sentirme atrapada en la maternidad, en el trabajo, dividida como mujer.

El dolor se repetía. Siempre con una frecuencia más elevada, con más conciencia. Pero era el mismo núcleo: no me sentía suficiente. Sin embargo, nunca me rendí. No volví al camino del “deber ser”. Cada vez que todo se derrumbaba, mi camino espiritual se profundizaba. Y aunque el trabajo parecía no existir en la superficie, en mi interior se estaban gestando nuevas formas.

Hace dos meses, una canalización de María Magdalena me trajo un mensaje que activó todo: “Deja las formas.” Desde entonces, esa voz comenzó a resonar en todas las áreas de mi vida. Vi con claridad que mi frustración no era por lo que “no lograba”, sino por lo que creía que debía lograr. Por los estándares que me había impuesto. Por las formas que ya no me servían.

Ahí comenzó otra etapa. Una etapa de derribar estructuras mentales, de cuestionar creencias, de soltar el molde. Comencé a soñar la vida que deseo vivir. A crear desde ahí. Y la vida respondió: pequeños milagros, manifestaciones concretas, nuevas señales. Algo nuevo estaba naciendo.

Hoy inicio esta espiral desde el corazón. No como una estrategia, sino como una verdad viva. Poniendo mi camino espiritual al servicio de quienes resuenen con él. No tengo todas las respuestas. Pero sé que este camino tiene poder. Sé que mi historia puede ser espejo para otras almas. Y sé que quien lo sienta, lo sabrá.

No necesito masividad. Solo sentir que soy canal, que estoy cocreando con una inteligencia mayor, que estoy protegida y guiada. Que todo lo que llega es parte. Que desde esta confianza nacerán nuevas formas de ser abundante, de sostener a mis hijos, de amar con más pureza, de habitar vínculos más sanos.

Esta es mi reflexión a raíz del Día del Trabajo.
Una fecha que me invita —y tal vez también a ti— a cuestionar formas que ya no nos representan.
Un día para volver al corazón y preguntarnos:
¿Desde dónde estamos haciendo lo que hacemos?

Sé que no soy la única. Somos much@s.
Much@s estamos poniéndonos al servicio de esta nueva humanidad.
Dejándonos experimentar, canalizar, vivir…
para abrir camino a nuevas formas de Ser y de Hacer.
Y si tú también estás en ese borde,
quizás esta historia te recuerde que sí se puede.
Que no estás sol@.
Y que el fuego también vive en ti.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *